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Page 8
A unos quince pasos de distancia, en la orilla del barranco, se alzaban
unos espesos y grandes carrizales cuyas hojas, abrasadas por el ardiente
sol del verano, ten�an un color rojo amarillento.
--Abuelo, vamos, haga Vd. un esfuerzo para levantarse,--dijo la ni�a
mendiga,--pues aqu� vienen un se�orito y una mujer para ayudarme a
conducirle a Vd. al pueblo.
El hombre, exhalando gemidos, se movi� pesadamente como si le faltara la
fuerza para levantarse, luego apoy� una rodilla, despu�s la otra y por
fin las manos, qued�ndose a gatas y bajando la cabeza como si quisiera
ocultar su cara.
Compadecidos ante tanta debilidad, se acercaron Juanito y Polonia para
ayudarle a levantarse, y en el mismo momento que se inclinaban hacia la
tierra, el hombre de un brinco se puso en pie, cogi� por el cuello a
Polonia y la derrib� brutalmente en el suelo.
Al mismo tiempo la ni�a mendiga saltaba con la ligereza de una pantera
sobre el aterrado Juanito, haci�ndole rodar sobre la arena del barranco.
[Illustration: FORTUNA SE ABALANZ� FURIOSO SOBRE LA MENDIGA.]
El perro Fortuna se abalanz� furioso sobre la mendiga, haci�ndole presa
en una pierna y rasg�ndole en jirones el vestido.
La ni�a lanz� un grito agudo de rabia y de dolor.
--Maldito perro,--exclam�, cogiendo el garrote que hab�a en el suelo y
defendi�ndose de Fortuna con un valor incre�ble a su edad.
Entonces salieron precipitadamente dos hombres de mala facha de uno de
los carrizales. Llevaban rev�lver y cuchillo de monte en el cinto y
escopetas de dos ca�ones en las manos.
--Vamos a ver si te callas, Golondrina; no hay que gritar tanto por un
ara�azo,--dijo uno de los hombres soltando una brutal carcajada.
--Despachemos antes que pase gente por la carretera,--a�adi� el otro
hombre.
--�Qu� haremos de esta mujer?--pregunt� el que ten�a sujeta a Polonia.
--Atarle las manos a la espalda, ponerle una mordaza y dejarla para que
vaya a contarle a su amo lo que voy a decirle.
--�Pero d�nde estar� ese maldito perro?--pregunt� la Golondrina.--Apenas
os ha visto salir del carrizal ha desaparecido; parece que le dan asco
las escopetas; pero yo juro que me las pagar�, s�, me las pagar�;
volver� al pueblo y le dar� pan con alfileres o con f�sforos para que
reviente.[14]
Todo esto lo dec�a la Golondrina poni�ndose pu�ados de h�meda arena en
las heridas que le hab�a hecho Fortuna.
--Oye,--dijo a Polonia el jefe de los secuestradores,--dile a don
Salvador que nos llevamos a su nieto, y que si quiere recuperarle, que
cumpla al pie de la letra lo que le digo en este papel.[H]
Y el capit�n meti� brutalmente un papel en el pecho de Polonia, cuyos
ojos enrojecidos parec�an llorar sangre.
--�Ah! no, no; yo no quiero ir con Vds.; mi abuelito les dar� todo lo
que quieran, pero yo no quiero ir,--exclam� Juanito, arrodill�ndose y
juntando las manos ante aquellos miserables.
Polonia cay� tambi�n de rodillas como para unir sus s�plicas a las del
ni�o; pero todo fue in�til; los corazones de roca no se ablandan jam�s
ni ante las s�plicas, ni ante las l�grimas de sus v�ctimas.
--Trae los caballos, Cascabel,--dijo el jefe dirigi�ndose a uno de los
suyos.
Y luego, cogiendo bruscamente por un brazo a Juanito que lloraba,
a�adi�:
--A ver si cierras el pico, canario, y no me aturdas los o�dos, porque
me disgusta tu m�sica.
Uno de los malhechores sac� del espeso carrizal tres jacas.
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