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Page 5
Cachucha iba delante con su enorme sable desenvainado y haci�ndole girar
de un modo vertiginoso por encima de su cabeza.
Al penetrar aquella turba en el jard�n, todos gritaban a un tiempo como
si se hubieran ensayado:
--�Est� rabioso, est� rabioso!... �Matadle, matadle!...
Al pronto, don Salvador, que no hab�a visto pasar al perro, crey� que el
rabioso era el pobre cuadrillero que, con el rostro descompuesto y los
cabellos erizados, avanzaba a la carrera hacia el pabell�n, blandiendo
con vigorosa mano su terrible sable.[7]
Don Salvador se retir� de la ventana para proteger a su nieto, y al
volverse, lo adivin� todo con espanto y lanz� un grito de horror,
qued�ndose enclavado en el suelo sin poder avanzar ni retroceder.[E]
All�, junto al sof�, arrodillado, se hallaba Juanito acariciando la
sucia y empolvada cabeza de un perro desconocido.
Aquel animal, cubierto de sangre, de lodo y de polvo, miraba a Juanito
con los ojos brillantes como dos ascuas de fuego, con la boca abierta y
la lengua colgante.
De cuando en cuando el perro conten�a su agitada respiraci�n y lam�a
suavemente las manos de Juanito moviendo con pausa la cola, como si
quisiera decirle:
--No tengas miedo, hermoso ni�o, yo pertenezco a una raza que tiene la
gratitud en el coraz�n: en mi familia no se han conocido nunca ni los
traidores ni los desagradecidos.
Cachucha entr� precipitadamente en el pabell�n seguido de un ej�rcito de
hombres, mujeres y ni�os.
El perro, con ese delicado instinto propio de su raza, se acerc� un poco
m�s al ni�o, tendi�ndose a sus pies, seguro de que hab�a encontrado un
buen defensor para librarse de aquella horda de v�ndalos que ped�a su
muerte.
--Se�orito, no toque Vd. a ese perro, que est� rabioso,--exclam�
Cachucha.--Ap�rtese usted que voy a dividirle por la mitad.
--Rabioso...--exclam� Juanito ri�ndose y rodeando el cuello del perro
con uno de sus brazos,�rabioso, y me lame las manos y se echa temblando
a mis pies para que le proteja? Bah, t� s� que est�s rabioso, mi buen
Cachucha; si te vieras la cara en el espejo, de seguro te dar�as miedo a
ti mismo.
--Vamos, Cachucha,--dijo el abuelo, observando las pac�ficas
manifestaciones del perro--envaina ese sable que amenaza nuestras
cabezas. El perro no est� rabioso: son otros los s�ntomas que presentan
esos pobres animales cuando se hallan atacados de esa terrible
enfermedad. Ver�s lo que tiene.
Y don Salvador cogi� una jofaina llena de agua y la puso en el suelo al
lado del perro, que comenz� a beber con avaricia, agitando la cola.
Cachucha abri� inmensamente los ojos y dijo:
--�Calla; pues es verdad; bebe agua!
Y volvi�ndose indignado contra la muchedumbre, a�adi�:
--�Pedazos de brutos, animales! �Por qu� me hab�is dicho que estaba
rabioso?
Nadie contest�, y el cuadrillero, envainando su sable, volvi� a decir:
--Se�or don Salvador, le ruego a Vd. que nos perdone por el susto que le
hemos dado, pero conste que la intenci�n era buena.
--Ya lo s�, hombre, ya lo s�, y lo agradezco con toda el alma.
Todos fueron saliendo del pabell�n respetuosamente, asombrados del valor
de Juanito y de su abuelo y sobre todo de la suerte que hab�a tenido el
perro forastero, refugi�ndose en aquella casa.[8]
--Pobrecito, qu� sed ten�a, y puede que tenga tambi�n hambre;--dijo el
ni�o.--Debe estar herido; tiene sangre en el lomo; es preciso curarle.
�Y c�mo se llamar�, abuelito?[F]
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