Viage al Parnaso by Miguel de Cervantes Saveedra


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Page 1


PROLOGO

AL LECTOR.

Si por ventura, Lector curioso, eres poeta, y llegare � tus manos
(aunque pecadoras) este Viage, si te hallares en �l escrito, y notado
entre los buenos poetas, da gracias � Apolo por la merced que te hizo;
y si no te hallares, tambien se las puedes dar. Y Dios te guarde.




_D. AUGUSTINI DE CASANATE ROJAS_

EPIGRAMA

Excute c�ruleum, proles Saturnia, tergum,
Verbera quadrig� sentiat alma Tetys.
Agmen Apollineum, nova sacri injuria ponti;
Carmineis ratibus per freta tendit iter.
Proteus �quoreas pecudes, modulamina Triton
Monstra cavos latices obstupefacta sinunt.
At caveas tant� torquent qu� mollis habenas,
Carmina si excipias nulla tridentis opes.
Hesperiis Micha�l claros conduxit ab oris
In pelagus vates. Delphica castra petit.
Im� age, pone metus, mediis subsiste carinis,
Parnassi in littus vela secunda gere.




ADVERTENCIA DEL EDITOR.

Esta Advertencia que pudiera parecer escusada, respecto del Viage al
Parnaso de Miguel de Cervantes, por ser mera reimpresion de un libro
tan conocido, la exige la publicacion de las dos piezas igualmente
poeticas, que ahora se dan � luz la primera vez. Una es tragica: y
otra comica. Una se intitula La Numancia: la otra El Trato de Argel.
De entrambas hace mencion, baxo estos mismos titulos en el Dialogo con
el poeta Pancracio, en el Discurso del Canonigo de Toledo con el Cura
Pero Perez, que se introduce en D. Quixote, y al fin de la comedia de
los Ba�os de Argel, impresa el a�o de 1613. Estas dos son del n�mero
de aquellas veinte � treinta comedias que escribi� por los a�os de
1582. recien redimido del cautiverio de Argel, y de las quales dice
que todas se representaron en los teatros de Madrid con gusto general
del pueblo. Pero sin embargo de estos elogios, en ambas se observan
ciertas irregularidades que las mancomunan con muchas de las que
despues reprehendi� tan justamente el mismo Cervantes. Porque el Trato
de Argel no tanto merece el nombre de comedia, como el de una simple
relacion lastimosa y tragica por lo comun, de los trabajos que
padecian los cautivos cristianos en poder de los infieles, en cuya
pintura entran tambien las reprobadas costumbres de unos y de otros,
cuyos sucesos son tanto mas creibles en la pluma del autor, quanto que
por �l pasaron muchos de ellos; y asi se introduce en ella � s� mismo,
como historiador verdadero. Por esto refiere con tanta puntualidad las
varias calamidades de los cautivos: la venta de ellos en el zoco �
plaza de Argel: el peligro y facilidad con que renegaban los
muchachos: los intentos y aventurados arbitrios que discurrian los
cautivos para huir: los inclementes castigos con que por esto los
atormentaban los moros: el martirio que padeci� en Argel Frey Miguel
de Aranda, caballero Valenciano, de la Orden de Montesa, en venganza
de haber quemado vivo la Inquisicion de Valencia � un morisco, que
pasandose � Berberia, profes� abiertamente el mahometismo, y dandose
despues al corso, cay� en manos de aquel Tribunal: cuyo suceso refiere
largamente el Padre Ahedo en su Historia de Argel. Tampoco omite las
deshonestas aficiones con que las moras se inclinaban � los cautivos,
y los moros � las cautivas, valiendose de hechicer�as y encantos, con
el vano intento de atraer y fixar las voluntades humanas: cosa
freq�ente entre ellos, como dice el mismo Ahedo: cuyos amores se
complicaban con otros que los mismos cautivos se tenian. Asi Cervantes
cuenta los de Aurelio y Silvia, cautivos enamorados, y presos por Mami
Arnaut en la galera nueva de Malta llamada San Pablo, de cuya p�rdida
hace mencion el citado Ahedo, atribuyendo esta y otras desgracias �
que las galeras de Espa�a eran muy pesadas, cuyo peso se aumentaba con
el demasiado cargu�o de mercancias, sin ayudarle en un apuro nuestra
gente, por tener a caso de menos valer echar mano al remo: todo lo
qual sucedia al contrario en los moros, que usaban de embarcaciones
mas veleras. Compraron estos esclavos Izuf y Zara, dos moros
principales. Enamorase Zara de su cautivo Aurelio, y para inclinarle
se vale de la hechicera F�tima, y no contenta con esto, hace tercera
de su amor � Silvia. Izuf por su parte se aficiona � Silvia, y para
rendirla se vale de los oficios de Aurelio. Aunque en esta comedia no
se advierte una accion principal � que est�n subordinados los demas
incidentes, si algun episodio puede ocupar el lugar de ella, es esta
complicaci�n de afectos de amos y de esclavos: cuyo desenlace consiste
en conceder el Rey Azan � Aurelio y Silvia, libertad para que vuelvan
� Espa�a � solicitar dos mil ducados en que se rescataron, fiando de
su palabra y buena fe el cumplimiento de esta condicion. Y el fin de
toda la comedia es avistarse en el puerto de Argel el navio que traia
la limosna de la Redencion, en que venia el Padre Fray Juan Gil, cuyo
suceso fue tambien verdadero, pues este Religioso fue el que rescat� �
Cervantes. Tampoco se observan las unidades de tiempo ni de lugar.
Pedro Alvarez y otro con-cautivo caminan noches y dias, huidos de sus
amos; y perdiendo el camino Alvarez, se aparece un leon que se le
ense�a: cuyo extraordinario suceso atribuye � la intercesion de
nuestra Se�ora de Montserrate. Introduce tambien figuras morales. La
Necesidad y la Ocasion acosan � Aurelio para que condescienda con las
importunas instancias de Zara. Asi tambien en la Numancia introduce �
la Espa�a en forma de doncella, coronada de torres, informando del
sitio que la tenia puesto Scipion; y considerando que solo por la
parte por donde ba�aba el rio la ciudad cercada, podia recibir
socorro, le hace una dolorosa s�plica para que se le preste: y en
efecto, sale al teatro el Duero con tres muchachos que representan �
tres riachuelos que desaguan en �l, y despues de una larga arenga en
que profetiza que los Godos en adelante, Atila, y el Duque de Alba D.
Fernando Alvarez de Toledo har�an guerra � Roma, la desaucia de todo
remedio, y se sumerge en sus propias aguas. Facil hubiera sido y mas
natural poner estos discursos en boca de las personas. Pero esta
invencion fue tan del gusto de Cervantes, que se precia de haber sido
el primero que introduxo en el teatro las figuras morales con general
aplauso: si bien muchos a�os antes las vemos introducidas en la
comedia de la Duquesa de la Rosa impresa por Juan de Timoneda el a�o
de 1560. por Alonso de Vega, poeta y representante, como lo fue por
aquellos tiempos Lope de Rueda.

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Books | Photos | Paul Mutton | Thu 25th Apr 2024, 6:25